Una economía enferma

De nuevo, la codicia. La Gran Recesión de 2008 fue fruto de la codicia de los operadores del sistema financiero, que se forraban a bonus mientras inyectaban basura tóxica en los cimientos de la economía. Hasta que colapsó. La Gran Pandemia de 2020 también hunde sus bases en la codicia, advierten los biólogos. Es el afán depredador del hombre el que provoca el salto a la especie humana de patógenos que, de manera natural, quedarían circunscritos a la fauna. Todo apunta a que ha sido el consumo humano de especies salvajes lo que ha metido al coronavirus en casa del ser humano.

El invierno de la biodiversidad es la primavera de las pandemias. La especie “dueña” del planeta azul paga así su voraz ingerencia en el curso natural de la Tierra. La factura no sólo se ha dejado sentir en millones de vidas humanas perdidas directamente a causa de la enfermedad. Como en 2008, el virus también ha logrado dañar el incansable girar de la economía, desatando un parón que ha llevado a miles de empresas a la ruina y a millones de personas al paro y al desempleo. Los Estados han tenido que emplearse a fondo, inyectando liquidez en el sistema empresarial y reforzando los servicios públicos, saliendo al auxilio de una ciudadanía que ya no puede salir de casa para ganarse el plato que tienen que poner cada día en la mesa donde comen sus hijos.

La economía enfermó, se quedó sin aire y la rueda de la fortuna dejó de moverse, un mecanismo que sólo unos meses antes parecía imposible de detener. En 2021, con la población ya vacunada, debería empezar la recuperación.