Suscríbete

Así fue la investigación para esclarecer el crimen del bebé de Nuevo Roces: todas las pruebas apuntaban a la madre

Los agentes de la Udev rebuscaron entre toneladas de basura durante más de un mes hasta focalizar en Silvia Acebal la autoría del crimen: “Este caso tuvo una carga emocional muy fuerte”, afirman los policías

Con el hallazgo de madrugada del cadáver de un recién nacido en un contenedor de basura de la calle Genero Suárez Prendes, en el barrio de Nuevo Roces, dio comienzo una ardua, exhaustiva y complicada investigación policial que se tornó aún más peliaguda cuando la autopsia reveló que el bebé había sido asesinado de 53 puñaladas escasos minutos después del alumbramiento. Fueron decenas las hipótesis planteadas, las gestiones y revisión de documentos se contaron por centenares, igual que las actuaciones de campo, como la revisión de toneladas de basura durante varias semanas, que permitieron a los agentes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (Udev) de la Policía Nacional de Gijón llevar al banquillo a la madre del niño, Silvia Acebal Martínez. Su “impecable y extraordinaria” investigación, tal y como describió en el juicio la fiscal del caso, permitió condenar a esta gijonesa de 30 años a la primera prisión permanente revisable dictada en Asturias. “Fue un trabajo ingente de todo un equipo de policías que no descansaron hasta resolver el asesinato. Era algo que no habíamos visto nunca, que te impresiona. Yo he trabajado en el País Vasco, y he tenido que ver a compañeros muertos, y otros muchos asesinatos, pero nada como este crimen”, describe Ignacio Martínez, jefe de la Udev en la comisaría de El Natahoyo, el grupo que resolvió este suceso que conmocionó a toda la región.

Toallas y bolsas con sangre del bebe encontradas en el contenedor.

Paulino Otero, un vecino del barrio que acostumbraba a rebuscar entre la basura por las noches, se topó con una bolsa de basura que escondía una mochila el 2 de agosto de 2019. Al abrirla, su sorpresa fue la de encontrar a un bebé, con restos de placenta y el cordón umbilical y cubierto de sangre. No tenía teléfono, y aguardó a que pasase alguien para llamar a la Policía. “Los primeros agentes en llegar hicieron una labor muy buena, preservando el lugar del hecho al comprobar que estaba muerto y, de inmediato, se activó el protocolo. Ya esa primera noche, gracias a la colaboración de Cogersa y Emulsa, que nos ayudaron mucho, pedimos que trajesen a comisaría el contenedor, porque había que mirarlo minuciosamente”, reconoce el jefe de la Udev. Su intuición, algo que les ayudaría a todos durante los cincuenta días que pasaron desde el macabro hallazgo hasta el arresto de Silvia Acebal y su entonces pareja, exonerado de toda responsabilidad.

Un agente revisa las bolsas donde fue hallado el cuerpo del bebé.

La dificultad del caso era mayor a la de cualquier asesinato que hubiesen visto en la Udev. “Cuando aparece una persona muerta de forma violenta tienes un entorno familiar, laboral, un pasado y amistades. Hay una vida y un bagaje detrás que te ayuda a investigar, pero aquí partíamos solo de un grupo sanguíneo y, cuanto menos, la existencia de una madre que algo tendría que explicar”, expone el agente. De inicio se plantearon todo tipo de hipótesis: “Pensamos en una secta, pero se descartó porque no hay constancia de ninguna en Asturias y no encajaba tampoco esa brutalidad con ningún ritual. Pensamos en una adolescente que hubiese ocultado el embarazo, pero igualmente se desechó porque en ese caso lo dejas en un sitio, pero no le metes 53 puñaladas. Incluso se sopesó el tema de prostitución, que la mujer tuviese mala relación con la organización y como venganza lo hubiesen matado. O hasta en el padre despechado, porque también pensamos en que tras el cadáver del bebé podríamos encontrar el de la madre, pero no apareció nada”. “Barajamos mil hipótesis, pero ese ensañamiento tenía que ser algo fuera de lugar, de alguien que no estuviese bien, como así demostraron luego los informes, que era una psicópata de libro”, confiesa el investigador.

Mientras se realizaban otras gestiones, con el apoyo capital de la Policía Científica en El Natahoyo, una de las mejores de España, lanzaban ideas al aire. “Había compañeros que hablaban de las historias de sus abuelas, de la típica señora que estaba trabajando en la huerta y que se iba a parir y que luego volvía a arar el campo. Y pensamos, ¿por qué no? Y empezamos a tirar por esa vía”, expone Martínez. Es por ello que se parceló el barrio de Nuevo Roces en varias zonas, identificando todos los contenedores de basura, para repartir el trabajo. La idea de que fuese alguien de fuera también perdió enteros porque a todos se les ocurrían decenas de posibilidades alternativas para deshacerse del bebé.

Dos agentes durante las labores de rastreo en las instalaciones de Cogersa.

La división de la zona permitió ir cribando las posibilidades. En la bolsa de basura en la que estaba la mochila vestigios lofoscópicos, pero no pertenecía a nadie fichado, más difícil. “La línea buena era las bolsas, nos explicaron en fábrica cómo se hacía y la trazabilidad, y de esa forma llegamos hasta el supermercado. Fue idea de un compañero, apostamos por ahí y al final resultó”, reconoce el jefe de la Udev. Pero eso implicó zambullirse literalmente y a diario en la basura. “Al principio íbamos a Cogersa, también en Roces cerca de Emulsa. Coincidió que era verano, y que hacía poco había aparecido una ballena muerta que tenían allí sus restos. Los compañeros llegaban con un olor que no se les quitaba ni duchándose. Los coches, que se lavaban y desinfectaban por todos lados, seguían oliendo a basura hasta un mes después de resolver el caso”, describe el policía. De pronto, ese tipo de bolsas dejaron de aparecer y se acrecentó el temor de entrar en vía muerta. ¿Se habrían dado cuenta? ¿Se acabaron las bolsas y compraron otro modelo? ¿No serán vecinos de Nuevo Roces? Esas fueron solo algunas de las incógnitas, pero optaron por la perseverancia. “No podíamos abandonar esa línea”, argumenta Martínez, al que el instinto no le falló.

Era algo que no habíamos visto nunca, que te impresiona. Yo he trabajado en el País Vasco, y he tenido que ver a compañeros muertos, y otros muchos asesinatos, pero nada como este crimen”.

Ignacio Martínez - jefe de la Udev

decoration

Como luego se pudo averiguar, Silvia Acebal y su novio se habían ido de vacaciones a la zona de Levante. Hay que recordar que ya desde el primer momento tras el parto la madre del bebé siguió haciendo su vida normal, sin revelarle a nadie lo ocurrido. “Luego las bolsas volvieron a aparecer, era la vía correcta y logramos cercar las posibilidades en la zona 1, justo donde apareció el bebé”, aclara. Con el padrón municipal fueron descartando mujeres, por rangos de edad, posibilidades de gestación, que viviesen solas o no con muchas personas, que no tuviesen más hijos… La lista de candidatas, de más de 2.000 mujeres, se redujo a 24 personas. El cotejo de los vestigios obtenidos hizo el resto: era Silvia Acebal Martínez, una joven que vivía con su novio justo en frente del contenedor. A ambos empezaron a seguirles. Tal era la normalidad con la que actuaban que por momentos hasta llegaron a dudar de si estaban en lo cierto.

Había muchas pistas que pesaban para llevar a cabo la detención. En el Twitter de él había una foto en la que salía de fondo la mochila en la que apareció el bebé, un modelo del que solo se había vendido un par en Asturias, y una cámara GoPro (en la mochila estaba una batería de esa cámara). “Les teníamos, y entonces preparamos la detención. Él se había ido antes de lo habitual a trabajar y le detuvimos en su puesto, y a ella en su casa. Lo hicimos de sábado, 21 de septiembre. También el registro de la vivienda y encontramos todas las pruebas. Principalmente, la sangre en el colchón al que habían dado la vuelta”, describe el agente, que al principio le parecía imposible que la pareja de Silvia Acebal no estuviese implicada en el crimen.

El padre del bebé, Daniel B.S., con su abogado Ricardo González, el día que quedó exonerado de toda responsabilidad.

Con los dos en comisaría, ese mismo sábado, se les tomó declaración. Los dos se mostraron fríos, sin asumir nada de lo ocurrido. “Él estaba abatido, como en shock por no saber qué estaba pasando; mientras, ella decía solo ‘no sé’ cuando se hablaba de algo escabroso y agachaba la cabeza”, detalla. Ambos se derrumbaron cuando Martínez les exhibió las fotos de su hijo cosido a puñaladas. “Él se puso a llorar, y ella echó alguna lágrima y me pidió que le quitase las imágenes de delante”, desvela. A partir de ahí llegó la confesión espontánea de Silvia Acebal, que exculpó a su novio de todo. “Dijo que había dado a luz sobre las 10.30 y 11.00 horas del día 2, que lo envolvió en una toalla y que lo había matado con un cuchillo de carne de la cocina, aunque la toalla no tenía ningún agujero. Luego explicó que se había vestido como había podido y bajó a tirarlo a la basura. Por el esfuerzo del parto no pudo llegar más allá”, resuelve. “El bebé tuvo la mala suerte de que el parto llegó cuando estuvo sola y que además no necesitó ayuda, porque el niño estaría vivo”, reconoce Ignacio Martínez.

Con ese reconocimiento de hechos pasó a disposición judicial y de ahí a prisión preventiva. Luego cambió de versión, pero todo apuntaba a ella. Los agentes comprobaron las búsquedas en sus dispositivos, el visionado de cientos de vídeos sobre partos, cómo proceder para el alumbramiento y hasta cómo deshacerse del crío. Búsquedas que luego se enfocaron a seguir por los medios de comunicación cómo iba la investigación. Acebal nunca pensó que la fuesen a pillar, como así comentaba con su entorno. “El crío le estorbaba en su forma de vida, por eso decidió matarlo”, sospecha el agente. ¿Era la primera vez que daba a luz y que lo mataba? “Es la duda que tenemos”, reconoce el jefe de la Udev.

La madre del bebé, Silvia Acebal Martínez, durante el juicio.

Con el tiro centrado en Silvia Acebal, las pesquisas terminaron por exculpar a su novio. “Con las horas en que dio a luz ella, cuando los forenses sitúan la muerte y demás el chico estaba trabajando. Y muchas veces dormía en el sofá. Le ocultó el embarazo, utilizó la excusa del quiste para justificar la sangre, pero lo disimuló todo. Tanto con él como con su familia y amistades. Nadie sabía nada de su embarazo”, expone. El puzle encajaba, y las pruebas posteriores confirmaban todas las pesquisas de la Policía Nacional, que reconocen que trabajaron “sin presiones y con el respaldo de la Jefatura”. “Desde que le detuvimos vino que Daniel (el padre del crío) no tenía culpa de nada como así se demostró, aunque esto le ha marcado su vida para siempre”, apostilla el agente. Nadie en su entorno se lo podía creer, pero tan solo el abuelo paterno se preocupó del bebé y preguntó si podía enterrarlo si al final se descubría que era su nieto. “Eso nos impactó también mucho, toda la familia se preocupaba por ellos dos, pero nadie mencionaba al niño”, confirma.

Con los deberes hechos se llegó al juicio. Fiscalía, acusación y jurado popular pusieron en valor el trabajo de la Udev para emitir su contundente veredicto: asesinato con alevosía por un crimen “consciente, deliberado y voluntario”. ¿Les reconfortó que la culpable pagase por lo ocurrido? “Este caso tuvo una carga emocional muy fuerte y nos dejó un sabor agridulce a todo el grupo, porque no pudimos revertir la situación, que fue la muerte del pequeño. El esfuerzo de todos los compañeros ha servido, al menos, como reconocimiento a todos esos críos que estarán en los contenedores y que no tuvieron la suerte de que una persona los encontrase al rebuscar para que se hiciera justicia con ellos”, resuelve el agente.