El palacio de la Presidencia del Principado, en una imagen actual | Luisma Murias

Lo que guarda el palacio de los presidentes

El edificio de la Presidencia del Principado, de cuya rehabilitación se cumplen 35 años, dejó de ser un banco, pero sigue custodiando un tesoro: cerca de 50 obras del mejor arte asturiano contemporáneo

El palacio de la Presidencia del Principado, en una imagen actual y en otra de 1928.

Un apartamento en el ático, un pasadizo subterráneo y una puerta que separa poderes

El día que lo inauguró Pedro de Silva, un miércoles de abril de 1986, el entonces presidente del Principado le vio un valor simbólico al momento. El palacio de la Presidencia “fue construido en el primer cuarto de siglo”, dijo, “en el momento de mayor pujanza industrial de Asturias, y se renueva conceptual, funcional y técnicamente ahora, en una época de reconversión. Nosotros queremos que pase lo mismo con Asturias, que se reconvierta de acuerdo con los tiempos actuales”. Se consumaba un traslado corto del presidente, que hasta entonces residía laboralmente en el vecino palacio de la Junta, y De Silva prometió “austeridad” y “mejores servicios con menos dinero” a un auditorio sin diputados de la antigua Coalición Popular ni del Partido Comunista.

El tiempo ha traído el inmueble hasta este otro momento de reinvención colectiva, uno en el que esta región del siglo XXI acaso necesite también reconvertirse y arreglárselas para hacer más con menos. El palacio ha llegado hasta aquí después de dar muchas vueltas alrededor de sí mismo, tantas que prácticamente todo en su interior, salvo el despacho del Presidente, ha mudado de uso en algún momento de su corta historia.

En los años noventa, en tiempos de Juan Luis Rodríguez-Vigil, además de obras de arte se le añadió en la tercera planta un apartamento donde vivieron en algún momento de sus mandatos Antonio Trevín y Francisco Álvarez-Cascos, donde Adrián Barbón pasó el confinamiento y ahora se queda esporádicamente a dormir. Tiene un salón y un pequeño despacho, una habitación principal y dos más pequeñas, y es vecino de una sala de estar con comedor oficial. “No es nada lujoso y resulta muy útil para trabajar”, confiesa el Presidente, que mantiene a la puerta del apartamento un felpudo que hizo fortuna y polémica en las redes sociales. Explica que fue el regalo de una sanitaria que tenía buena intención y pretendía animar al autoconfinamiento. Dice “Entra tú, Barbón no me deja salir”.

La vivienda es el ático. Al llegar al sótano, en la estancia de paredes blancas que algún día dio paso a las cámaras acorazadas del Banco de España cambia la temperatura. Hace más frío. De aquí parte un túnel subterráneo que lleva a la Junta General del Principado sin salir a la calle, pero el Presidente advierte al visitante primerizo contra posibles decepciones: es todo muy funcional, muy cómodo y rápido, muy blanco, nada de bóvedas de piedra o ambientes clandestinos. Una sencilla puerta de metal y vidrio donde se controla el acceso es la separación de poderes. A partir de aquí el ejecutivo; de aquí hacia allá, el legislativo. Como para recordar que la rehabilitación de este edificio los separó físicamente en 1986.

Una reforma para modernizar sin perder la continuidad histórica

Fernando Nanclares

Fernando Nanclares

Nieves Ruiz y yo, junto con nuestro compañero Juan González Moriyón, hicimos el proyecto de reforma del antiguo Banco de España en Oviedo para la Administración del Principado de Asturias en 1984. La obra, que finalizó en febrero de 1986, la ejecutó la empresa Hispano Alemana de Construcciones. Se trataba de albergar en el edificio en desuso –el banco había inaugurado su nueve sede en la calle Toreno en 1982– las instalaciones administrativas de la Presidencia del Gobierno, la Consejería de la Presidencia y la Consejería de Interior y Administración Territorial del Principado. También se incluyó en el proyecto la construcción de un pasadizo subterráneo de comunicación con el Palacio Regional (antigua Diputación Provincial), situado al otro lado de la calle Suárez de la Riva, y la urbanización del tramo de calle entre los dos edificios con un tratamiento básicamente peatonal.

El edificio del Banco de España en Oviedo había sido construido en los años 1917-1925 según proyecto de José de Astiz, quien se basó en otro anterior del arquitecto González del Valle. Era un palacete urbano aislado, de semisótano y dos plantas, de estilo historicista neomedieval, acorde con el ya trasnochado pensamiento romántico del siglo XIX. Tenía enfrente el imponente palacio de la Diputación Provincial, que había proyectado Nicolás García Rivero en 1900 en estilo clasicista de influencia francesa, construido con piedra caliza gris. El del banco se construyó con sillares de piedra artificial de color ocre. En 1934-35, el arquitecto Luis Menéndez Pidal realizó obras de reforma interior que afectaron también a las fachadas en las que se sustituyeron los estrechos huecos de los cuerpos laterales por amplios ventanales arqueados. Los rotos en los muros se parchearon con enfoscado y pintura amarillenta que acabó por envolver todo el edificio. El interior no tenía interés: las cajas fuertes en el semisótano, el patio de operaciones y despachos, en la planta baja, y viviendas en la planta alta. El solemne estilo historicista se había reservado exclusivamente para el exterior representativo. No ocurría como en la Diputación, cuyo refinamiento decorativo impregnaba todos los espacios interiores.

En la reforma del edificio aprovechamos la gran altura de la planta baja para introducir una entreplanta servida por un corredor perimetral en torno a un alargado espacio central que haría las funciones de vestíbulo. En su centro se construyó una escalera bien iluminada, de planta semielíptica y tramos simétricos, que conduciría a una galería de grandes ventanales en la planta primera en cuyos extremos se ubicaron los espacios más representativos, el despacho del presidente y la sala de consejos.

Realizamos nuestra intervención en clave moderna matizada. Es decir, nos empleamos en un proyecto que pudiera interpretarse en continuidad con lo histórico, atento a las corrientes de renovación de la arquitectura del siglo XX que habían revisado la radicalidad del moderno inicial, para establecer nuevos lazos con lo preexistente. Los materiales, piedra caliza amarilla, mármoles y maderas, aportarían la necesaria calidad, sin suntuosidad, que merece un edificio central en la política asturiana.

Créditos

Coordina: Marcos Palicio
Diseño: I. Iglesias / D. Gorgojo
Fotografía: Luisma Murias
Vídeo: Amor Dominguez